La voz del cambio climático grita con fuerza arrasando con incendios hectáreas de suelos áridos, secos por la falta de lluvia. Las olas de calor se han transformado en mareas que arrastran vidas humanas y especies recordándonos que ya está aquí. Que tras más de 50 años advirtiéndolo, los impactos devastadores ya han llegado para instalarse y que urge acelerar una transición ecológica que sea justa.

Las medidas de adaptación y mitigación tienen que aplicarse sin excusas y ser valientes, con soluciones largoplacistas que unan el contexto geopolítico de la invasión de Ucrania y la crisis medioambiental.

Sin embargo, con el respaldo de la UE al gas y la energía nuclear dentro de la taxonomía, se tiñen de verde inversiones que no son sostenibles ni están encaminadas a transformar el futuro. Ahora, el plan “Ahorra gas para un invierno seguro” aprobado por la Comisión se enfoca a la reducción de un 15% el consumo de gas y recomienda a los Estados su sustitución por otras fuentes “a ser posible” renovables. Esto implica que el carbón, el petróleo o la nuclear puedan seguir usándose. Aunque eso sí, temporalmente. Promover la reducción del gas en calefacción y uso del aire acondicionado es otro de los consejos recogidos en este plan, junto con el incentivo y la compensación de la reducción del consumo a las empresas.

El tiempo de los Next Generation

En el sector privado, la utilización de los fondos europeos Next Generation para este fin, en la línea estratégica marcada por el REPowerEU y la Solar Strategy, es una oportunidad y una palanca al cambio de modelo productivo que ya no funciona por falta de recursos. Esto también es justicia climática: devolverle al planeta todo lo que le ha arrancado el sistema caduco implantado. Y aquí está la importancia de la inversión pública y apostar por la energía renovable, garantizar su acceso y la eficiencia energética.

El cambio climático debe ser una prioridad en la agenda pública y esto requiere devolverle el espíritu ambicioso al Acuerdo de París. Cumplir los objetivos para que el aumento de temperatura global del planeta no supere el 1,5ºC respecto a los niveles preindustriales y alcanzar la neutralidad climática en 2050 son clave.

Todo ello con la protección a las rentas bajas porque, como advirtió el Banco Central, las personas con menos recursos son quienes más pueden sufrir los impactos económicos que implica la lucha contra el cambio climático. Para compensarlo proponen subir el diésel y la gasolina e igualar los impuestos verdes a la media europea. Lo mismo señalaron los investigadores de BC3 en el estudio “Fiscalidad verde y transición justa”.

Los rostros de la pobreza energética

De momento, el Gobierno ha puesto en marcha un cheque de 200 euros para las familias de bajos ingresos. Aunque no es suficiente. La pobreza energética afecta a más de 3 millones de personas, lo que supone un 16,8% de la población, según los últimos datos publicados en el marco de la “Estrategia Nacional contra la Pobreza Energética 2019-2024”.

A estas medidas hay que sumarle la prórroga de la bonificación de 20 céntimos por litro en el precio de los combustibles hasta el 31 de diciembre o bonos gratis para Cercanías, Rodalies y Media distancia ferroviarias en el último cuatrimestre del año.

Otra alternativa que propone un informe de la Federación Europea de Transporte y Medio Ambiente (T&E) es que la reforma fiscal sirva para electrificar la flota corporativa española. Así se evitarían las mayores fuentes de consumo de petróleo y de emisiones de carbono: las derivadas de los vehículos de empresa.

Ante el golpe de la inflación, escalando en Europa y especialmente alto en España, se necesita una garantía de presente (ya no de futuro) que cuente con infraestructuras de eficiencia energética, autoconsumo y comunidades energéticas. Muchas personas se han unido al autoconsumo colectivo. En Madrid, el barrio de Rivas va a instalar en sus hogares 2.000 placas. Municipios como Hecho, Biscarrués, Jasa o Jaca, en los Pirineos, también preparan instalaciones fotovoltaicas de autoconsumo colectivo.

Solo así lograremos entrar en un nuevo paradigma basado en la triple mirada de la sostenibilidad: medioambiental, social y económica.

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